Mil una arañas en mi bilis se bañan,
saliendo, cada noche, por el ombligo
para recordarme que sigue en mi cuerpo
el pasado furtivo devora-entrañas.
Las mañanas, en ademán de salvación,
mi cabeza jura olvidar viejos duelos
acomodando andrajos de ansiedades
en negra tela zurcida de oscuridad.
Acepto las distancias y los silencios
por arácnidos que anidan en mi cuerpo
intentando deshidratarme las entrañas.
Acepto sonreír, el alma cubierta
de telas de hiel , paños de sangre inerte,
cuerpo, al fin, acepto pudrirme por dentro.
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