La
primera vez fue
comprender
que la muerte se equivoca en los años.
Después
vino
el tener
certeza de que la vida no es siempre consecutiva
y que
mi cuerpo
se
moriría sin reconocer
el
llanto de la bofetada primera.
Pero
aquí estoy,
a pesar
de saber
cuál
sería la forma de hacer irreversible mi partida:
en
vertical y no en horizontal
(así no
pueden detener la sangre).
Y aquí
sigo,
mientras
la vendas que podrían cortar esa hemorragia
siempre
imaginada de la infancia, y descubierta inútil,
se han
convertido en piel de momia,
devaneo
entre la sonrisa y el llanto
que no
se expresa.
Y aquí
sigo,
contando
años, descubriendo nuevos fríos,
viejas
estaciones y alguna sorpresa.
Y aquí
sigo,
y
celebro poder haber vivido
a pesar
de la costra que bajo las vendas, se clava.
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