Un gran honor, presentar este libro en La Feria del libro de Trujillo, acompañada de su autora, mi querida Mª Ángeles Pérez López.
FIEBRE Y COMPASIÓN DE LOS METALES, Mª Ángeles Pérez López
Poeta admirada y amiga querida amiga, nacida en Valladolid y residente en
Salamanca que cuenta en su haber con títulos como Tratado sobre la geografía
del desastre (1997), La sola material (Premio
Tardor, 98), Carnalidad del frío
(Premio Ciudad de Badajoz, 2000), La ausente (2004), y Atavío y
puñal (2012).
Ahora me toca a mí presentar este hermoso libro prologado genialmente por
el gran Juan Carlos Mes-tre, que define a los metales como metalenguajes de la
herida y las aleaciones intuidas del saber. Y en el que habla de las formas de curación mediante el conjuro
y la ética inmanente de la palabra.
Yo, desde mi modesta perspectiva, iniciaré esta presentación diciendo que
el hombre de hojalata y
Platero fueron elementos literarios en que el metal
simboliza la fuerza, la falta de características
humanas... pero aún así, la
ternura y humanidad de estos dos elementos, y Mª Ángeles Pérez recoge
este
paradigma para completar este triángulo y por qué no, extraer el alma y la
pasión de los objetos.
Y nos propone, viajar al mundo de la nada y descubrir de nuevo el mundo que
nos rodea (como
hicimos con García Márquez en Cien años de soledad), observar
desde una mirada primigenia a los
objetos y redescubrir "su razón de
ser", igual que sucedió con los primeros sonidos dados por los
hombres de
las cavernas que se han convertido en palabras, versos, poema en búsqueda del
sentido
último de las cosas y de la existencia que los hombres han creado a su
alrededor. Y así, aprendemos a mirar el mundo, asumiendo la grandeza de todo lo
que nos rodea y cuestionando, con la modestia que sólo una mirada especial
puede tener: una mirada de amor,
cuestionar el porqué del uso de cada
objeto que hemos aceptado como si fuéramos
dioses con poder absoluto sobre la tierra. Y es en este
cuestionamiento, donde
vislumbramos el alma de las cosas que los hombres han dejado de tener en
cuenta
en su uso cotidiano y cosificador.
Y según nos adentramos en esta mágica lectura en que la cotidianidad
empieza a respirar con vida
propia, no puedo evitar pensar en Ortega y Gasset y
su consideración de la Metáfora como
procedimiento intelectual que nos permite
llegar más allá de los límites del
conocimiento intelectual, del razonamiento conceptual. En sus propias palabras,
debemos amar las cosas, sentirlas como
imprescindibles, abrir los ojos y ver
para salvar la realidad y salvarnos a nosotros mismos con ella. Esta es la
tarea del poeta: buscar el sentido de lo que nos rodea y con amor, ligarnos a
las cosas y buscar el sentido que tienen, es decir, la sombra mística que sobre
ellas vierte el resto del universo.
Y esto exactamente es lo que consigue este hermoso Fiebre y compasión de los metales: clarividencia, amor y
espiritualidad en los objetos. Y aprendemos a mirar de nuevo a las tijeras que
no desean ser amputadoras y lo único a lo que aspiran es a "abrir el
corazón y sus ventanas", para que entre la luz
que dé claridad a esta
nueva búsqueda. O el descubrimiento de que en el poema es, en ocasiones,
necesario
el uso del feísmo para buscar la reacción ante la dura realidad de la miseria
(Lo podre). O
simplemente el legítimo deseo de cambiar de condición de un
objeto cuando tiene todos los elementos que parecen necesarios para ello: la
grúa que desea ser pájaro. Y en toda esta metamorfosis que se
produce ante
nuestros nuevos ojos, la palabra es la necesaria herramienta que, a veces,
"en el temor se enferman las vocales", pero que, clamando a la
libertad, se pide su vuelo para que se conviertan en
viento, fuego, sin
desgarro...
Y en esta nueva concepción de la materia, como sucede en Jorge Guillén, se
ha extraído la esencia de las cosas y se han vuelto a crear a través de la luz
y la palabra necesaria que redescubre y nombra el mundo. Una nueva mirada que
nos hace observar desde la necesaria incomodidad del
cuestionamiento. Es a
partir de aquí que el mundo se convierte en un ente en proceso de construcción
sin que nada se dé por aceptado simplemente porque esa era la existencia que se
le suponía.
Un hermoso, profundo y enriquecedor libro con una mirada inquieta y rebelde
que busca en la
palabra dar un nuevo sentido a la realidad sin conformismos
gratuitos. Un hermoso gesto de
generosidad para con los objetos y los hombres.
Montserrat Villar, marzo de 2016