La
poesía no da miedo
Publicado
el 28/11/2013
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Siempre
me he preguntado por qué los
niños no leen poesía. Ningún niño se asusta cuando oye frases de este tipo: “Come rápido, anda, que
la merluza se está muriendo de aburrimiento en tu plato”. Te miran con cara de
fastidio porque no les apetece comer, pero entienden perfectamente lo que le
has dicho y no se asustan ni se plantean que hayas dicho algo raro. Al
contrario, ellos en cuanto tengan ocasión vendrán corriendo hacia ti con cara
de susto diciendo: “¡Mamá, socorro, que el balón me quiere comer!” porque
resulta que una pelota ajena no para de perseguirlos en la calle por la que
paseabais.
Pero
llega el periodo de enseñanza y el pensamiento lógico se impone, perdiéndose en
lo más profundo de sus cerebros cualquier conocimiento y expresión simbólicos.
Ya no volverá a haber en casa arañas que hablan, libros que vuelan,
televisiones que nos vigilan,… el mundo
material se convertirá en un
mundo muerto y todo perderá su alma. Y los niños se convierten en jóvenes
cuerdos y adultos razonables, olvidando que hay un mundo mágico en sus inicios
e ignorando la existencia de una parte de la creación literaria que se nutre de
ese mundo y las leyes que en él se entretejen: la poesía. Si pudiéramos volver
a crear y traducir la realidad a través de todos nuestros sentidos
encontraríamos de nuevo el alma del mundo y los entramados irracionales pero
lógicos que entre los elementos se crean, nuestro conocimiento volvería a ser
simbólico y la poesía tendría cabida en él. No sería más hermoso hablar de “el
número que va a tener familia” (el 6 de Gómez de la Serna) o decir “la de las
cimas del oro de lo oscuro” para nombrar ese momento mágico e intangible del
atardecer (según Juan Ramón Jiménez), o simplemente seguir pensando que la
comida se aburre si no comemos rápido y que los balones pueden perseguirnos y
engullirnos. Creo que el mundo sería mucho más tierno, hermoso y justo si
usásemos toda la magia que tenemos dentro y desde pequeños viviésemos la
poesía.